En 2010, hace 15 años el mundo entero vivió el drama de 33 mineros chilenos atrapados en una mina a 700 metros de profundidad, grandes enseñanzas derivamos de esa historia que las resume muy bien mi admirado profesor German Retana en el siguiente artículo que les comparto
Cada dos días saboreaban dos cucharadas de atún y medio vaso de leche. Pasaron sus primeros diecisiete días con tan solo esa alimentación, atrapados a 700 metros de profundidad, sin contacto alguno con familiares o compañeros mineros ubicados en la superficie. Estaban sumidos en una oscuridad apenas perturbada por los focos de sus cascos. ¿Qué lección nos dejan estos hombres cuya odisea terminará más de dos meses después, para completar cerca de tres, a esa profundidad?
A la escasez de alimentos se sumó una temperatura de 30 grados centígrados, una humedad del 88%, cartones para amortiguar el piso de piedra al dormir, angustia ante la incomunicación con el exterior y la incertidumbre sobre su futuro. ¿Cómo reaccionaría usted si estuviera en esa cavidad en tan difíciles circunstancias?
Desde que ocurrió el accidente acordaron enfrentar juntos el reto por vivir. Aprovecharon al máximo lo que cada uno sabía y puso al servicio de los demás. Decidieron ayudarse sin egoísmos, establecieron rutinas para sobrellevar el inevitable deterioro de su salud física y mental. Se organizaron como un verdadero equipo. En lugar de lamentarse por los pocos recursos fueron extremadamente creativos e inteligentes para usar bien los disponibles. Incluso confeccionaron un juego de dominó con pequeños papeles.
¡Solidaridad, normas de convivencia, disciplina, liderazgo, una ilusión compartida! Cada uno asumió la responsabilidad de cuidarse a sí mismo y al compañero. La tolerancia ante la tensión, el humor ante la angustia, y la esperanza ante la incertidumbre se consolidaron en la determinación de estos luchadores. Su objetivo es vivir y la estrategia estar unidos y trabajar para facilitar el rescate. Más de cien días pondrán a prueba su cordura para superar comprensibles crisis en esta situación límite.
El 22 de agosto, comunicaron al mundo: “Estamos bien en el refugio los 33.” Chile festejó y todos celebramos que se concretara el primer contacto con ellos.
“Allá abajo” ellos han dado lo mejor de sí mismos y triunfarán. Sus actitudes son ejemplares, no saldrán de esa profundidad como compañeros, sino como hermanos. No se quejan, se animan; no se recriminan, se apoyan. Son el equipo ideal.
En cambio, “aquí arriba” y con tantos recursos, hay personas que se comportan atrapadas por prejuicios, individualismo, indiferencia y avaricias. Se encierran en su mente, escondiéndose de quienes necesitan o les necesitan, sumidas en la oscuridad a pleno sol. ¿Quiénes estarán más atrapados? ¿Los mineros o los prisioneros de su pensamiento?
Los 33 están ocupados en vivir, en ser cada consciente de su impacto en los demás, mientras que hay organizaciones y personas que pudiendo trabajar como los mineros apenas logran sobrevivir, debido al derrumbe de sus propias actitudes. ¿No es paradójico?
Después del rescate. Los 33: ¿Únicos liberados?
Lo mejor de cada ser humano involucrado en el rescate de los mineros en Chile estuvo al servicio de una causa superior. Cada cual liberó su esencia más preciada para convertirla en una “Fenix” más, en una cápsula de vida. ¿Qué ocurre cuando todos liberamos ese lado bueno y lo colocamos junto al de los otros? ¿Hasta dónde podemos llegar?
Un Presidente decidido, enérgico e inclaudicable; una Primera Dama especialista en orientación familiar, que trabajó con las esposas de los atrapados. Sebastián Piñera y Cecilia Morel asumieron la causa nacional con dos consignas que pregonaron: “Dijimos que no nos rendiríamos y cumplimos” y “cuando somos golpeados por la adversidad surge el alma verdadera.” Lo mejor de ambos inspiró a un país para transitar, según sus palabras, de la angustia a la esperanza y de ésta a la felicidad. ¡Liderazgo, determinación, ejemplo, sensibilidad, responsabilidad!
El mundo quedó impresionado por la perfección del operativo del rescate. El excelente manejo de cada detalle evidenció la dedicación, la creatividad, la profundidad de pensamiento y el compromiso del que es capaz un equipo multidisciplinario y multinacional que trasciende a los delirios de poder, fama y egoísmo. Cada experto liberó al máximo su talento, capacidad de trabajo y generosidad para salvar las vidas de 33 hombres.
Las familias se internaron en la profundidad de su mina de amor. Muchas se unieron más, otras perdonaron sus diferencias y todas soportaron la inclemencia del tiempo para convertir la extrema aridez del desierto de Atacama, en un manantial de fe en el campamento Esperanza. Liberaron su fuerza espiritual y con ella taladraron las rocas para llevar a sus seres amados un aliento diario para regresar a sus brazos.
Los mineros estaban prisioneros físicamente, pero desde los primeros días se despojaron de todo aquello que haría más pesada la carga. Entonces surgió lo más grandioso de cada uno. Regresaron a su naturaleza más pura: compañerismo, ser buenas personas, aferradas a sus familias y a su Fe en un Ser Supremo. En adelante, caminarán por el mundo recordándonos la receta básica a veces olvidada: unión, camaradería, disciplina, compasión por el prójimo, humildad, servicio, persistencia, asustar los miedos, humor y esperanza ante la adversidad.
Finalmente, los mil millones de humanos que presenciamos el rescate por la televisión, también dejamos fluir sentimientos solidarios y lágrimas de alegría ante el encuentro de los tenaces mineros con sus seres amados.
Si nos conmovimos ante esas escenas, es porque todos estos actores nos recordaron que poseemos una mina interior de la que debemos rescatar lo mejor, lo esencial de lo que somos, para liberarlo al servicio de los demás y pasar así, de sobrevivir a vivir.
Autor: German Retana