La semana anterior visite una popular cafetería en la zona de Heredia la cual frecuento muy a menudo. Mi esposa y yo ordenamos lo de siempre: un delicioso sándwich de pavo y ella un ceviche, fijado en nuestra mente la presentación del producto habitual nos llevamos la sorpresa de que “literalmente” se redujeron a la mitad, mas los precios se mantuvieron. De inmediato consultamos a quien nos atendía que había pasado, inicialmente su respuesta pretendió inducirnos a la confusión indicando que esa era la presentación de los productos, a lo cual el “top of mind” que representaba ese lugar para nosotros y su menú, la respuesta fue decepcionante, falta de ética.
Posiblemente reducir la cantidad o el contenido de un producto para mantener el mismo precio es una práctica que, aunque común, plantea serias dudas éticas. Esto afecta directamente la confianza del consumidor, quien espera recibir el valor por el que paga, y genera una forma oculta de incremento en el precio que no es transparente. Además, esta reducción puede perjudicar a los consumidores más vulnerables, quienes terminan pagando más por menos, lo que contradice principios básicos de honestidad y justicia en el comercio. Las empresas deben buscar estrategias claras y honestas para ajustar precios, priorizando siempre la transparencia y el respeto hacia sus clientes, no hacerlo genera perdida de mercado y un peligroso incremento en el numero de detractores como lo fue la experiencia vivida.